La semana pasada, la Argentina estuvo plagada de noticias nefastas sobre nuestros políticos. A veces uno tiene la sensación de que a la política llegan las personas menos preparadas y con menos escrúpulos que hay en nuestro país. En este contexto, ¿no sería una mejor idea elegir nuestros gobernantes por sorteo?
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El año que viene hay elecciones en la Argentina. Los políticos harán hasta lo imposible para llamar la atención y conseguir nuestro voto. Algunos se pondrán de novios con modelos, otros llorarán en televisión, prometerán la riqueza absoluta o intentarán bailar en el programa de Tinelli. Pero todos sin excepción usarán su dinero y sus conexiones para seducirnos.
Algo de ello ya lo estamos viendo en la actualidad, pero a partir de que nos acerquemos a agosto de 2015, este show se profundizará. Ante este escenario le pregunto, ¿cuánto pagaría por tener que evitar ver este espectáculo deplorable nuevamente?
Hoy le acerco una nueva idea que justamente tendrá el beneficio de ahorrarnos la necesidad de tener que mirar la actuación de nuestros políticos nuevamente, pero además nos ahorraría mucho dinero y como yapa, seguramente nos dé mejores gobernantes que los que tenemos hoy.
¿De qué estoy hablando?
De cambiar el sistema de elección de nuestros gobernantes. En vez de hacerlo por el voto de la mayoría le propongo elegir nuestros funcionarios por sorteo.
Sí, de una forma bien simple: ponemos en un cofre el nombre de todos los argentinos mayores de 18 años que sepan leer y escribir y empezamos a sacar nombres al azar. El primero es el Presidente, el segundo el Vicepresidente; luego sacamos los nombres para los legisladores, intendentes y así sucesivamente.
Descubrí con mucha sorpresa esta idea por primera vez leyendo un fabuloso libro escrito por el Alberto Benegas Lynch (h) llamado Estados Unidos contra Estados Unidosalgunos meses atrás. La idea estaba mencionada al pasar dentro de una más general del libro, pero me llamó mucho la atención, me provocó una carcajada inmediata, mezcla de sorpresa, escepticismo y curiosidad. El placer de descubrir nuevas cosas de la mano de pensadores exquisitos como Benegas Lynch (h) es adictivo. Y desde ese momento me da vueltas por la cabeza.
Esta semana cuando leía noticias como la que le voy a reproducir a continuación, la idea volvía una y otra vez. Nuestros políticos son de lo peor que nuestra sociedad puede ofrecer, entonces, si directamente sorteamos los cargos, ¿no estaríamos mejor? Antes de contestar esta pregunta, repasemos las "sorpresas" que nos dieron los funcionarios públicos esta semana:
- Ordenan reabrir la causa por enriquecimiento contra Julio De Vido
- Perfil de bon vivant y contradicciones en las declaraciones juradas de Amado Boudou
- Confirman condena de seis meses de prisión en suspenso contra Ricardo Jaime por intentar robar pruebas
- Carlos Reutemann: "Eduardo Duhalde está gagá o es un hijo de puta"
- La Justicia ordenó analizar las comunicaciones telefónicas del segundo de Carlos Zannini
- El monumento a la coima, una leyenda urbana de más de 70 años de vigencia
- Caso Campagnoli: "Lo más grave es la posibilidad de correr a un fiscal de su cargo por investigar"
- Un testigo clave del caso Boudou se fue del país porque lo amenazaron
Éstos son sólo algunos de los títulos "destacados" de nuestros diarios principales durante esta última semana que paso. Tenemos noticias para todos los gustos, desde funcionarios ladrones condenados, funcionarios que persiguen a un fiscal que investiga a un amigo íntimo de la Presidenta, un monumento a la coima que se hizo 70 años atrás y políticos que se insultan...
Ante este escenario hay una sola cosa clara. Si seguimos haciendo lo mismo que hicimos durante los últimos 50 años en materia política es muy probable que durante los próximos 50 años sigamos experimentando lo mismo. Es decir, que sigamos teniendo la misma clase de políticos. Por eso, ¿por qué no cambiar?
Y cambiar sería por ejemplo modificar nuestra Constitución y volver a la Atenas del siglo V a.C. donde se elegía a los funcionarios por sorteo. Alberto Benegas Lynch (h) explicaba esta idea de la siguiente manera en una columna publicada el la página Web de la Fundación Libertad y Progreso:
Actualmente se ha desvirtuado completamente la noción de la democracia soñada por autores como Giovanni Sartori en cuanto al respeto a los derechos de las minorías, para convertirse en cleptocracia, es decir, gobiernos de ladrones de libertades, propiedades y la liquidación de proyectos legítimos de vida. Estimo que ha llegado el momento de pensar en nuevas defensas si se desea conservar la sociedad abierta puesto que como decía Einstein es imposible lograr resultados distintos insistiendo con las mismas recetas. Es necesario despejar telarañas mentales y considerar y debatir variantes que permitan encauzar al Leviatán.
Como una posibilidad pueden tomarse en cuenta dos variantes para el Poder Ejecutivo, una para el Legislativo y una para el Judicial. En el primer caso es de interés recordar la reflexión de Montesquieu en el segundo capítulo de la Segunda Parte de El espíritu de las leyes donde escribe que "El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia". En esta situación, dado que cualquiera pude ser candidato, la propuesta cambiaría drásticamente el eje del debate desde las bostezantes anécdotas personales de candidatos y de relatos sobre nimiedades de partidos políticos para concentrar esfuerzos en la limitación al poder.
Como bien marca Benegas Lynch (h), al cambiar el sistema el foco de la discusión ya no es tanto si estamos votando al candidato adecuado o no, sino que pasamos a discutir diferentes formas para limitar el poder. El foco sale del candidato y sus aptitudes, pasa al sistema y sus límites.
Como la elección es por sorteo cualquiera puede llegar a ser elegido Presidente, hasta el más irresponsable de los argentinos. Y si no limitamos el poder del más irresponsable de los argentinos vamos a estar en problemas. Por ello, bajo el sistema de elección de cargos por sorteo la limitación del poder pasa a ser una prioridad.
Sí, ya sé, se está imaginando a su peor vecino, aquel que no terminó la secundaria y se la pasa escuchando música y tomando cerveza en la esquina de su casa dirigiendo a un país de 40 millones de habitantes y haciendo fiestas en la Quinta de Olivos. Yo me imaginé lo mismo cuando comencé a procesar la idea.
Pero insisto en el punto que mencionaba al comienzo de esta nota: ¿qué tan probable es que el azar nos mande un peor funcionario que los que ya tenemos? Recuerde que tenemos un vicepresidente llamado Amado Boudou, que toca la guitarra, anda en moto y se quiso quedar con la mayor imprenta del país a la fuerza. O un ex Secretario de Transporte llamado Ricardo Jaime que solía andar en jet y yate privado y ahora declaró al juez que no tenía dinero para viajar de Córdoba a Buenos Aires para participar de su juicio.
¿Seguro que puede ser peor?
Más allá de eso, lo que me parece especialmente atractivo de esta propuesta es que toma como un hecho que el funcionario se va a comportar mal. En la actualidad nuestro sistema de Gobierno parece funcionar al revés, ya que supone que el funcionario va a actuar bien. Y la experiencia nos muestra que lo que termina ocurriendo es justamente todo lo contrario. El funcionario en la mayoría de los casos se porta mal, es corrupto e ineficiente.
Por eso, cambiar el sistema tiene sentido. Nos olvidamos de las personas, de los partidos políticos y nos focalizamos en el sistema.
Por otro lado, el otro aspecto de la elección por sorteo que es interesante es que termina siendo mucho más democrático que el sistema de votación por mayoría. En las elecciones actuales, los únicos que pueden ganar son los ricos, los políticos o los famosos. Se necesita acceso a los medios masivos de comunicación y sin ser rico, político o famoso esto es imposible. La elección por sorteo eliminaría estas ventajas que tienen los ricos, los políticos y los famosos. Cualquiera podría ser elegido por el solo hecho de ser ciudadano.
Podría ser elegido hasta el que no quiere participar. Y esto es importante, no es un dato menor. Inclusive hay muchas personas que dicen que el problema argentino nace porque las "personas de bien" no se comprometen con la política.
Bajo el sistema de sufragio por sorteo todos son integrados a la vida democrática, que en palabras de Aristóteles suponía "gobernar y ser gobernados por turnos". Estaríamos ante la igualdad política total, ya que todos tendrían la misma probabilidad de obtener un cargo gubernamental.
En fin, el tema da para mucho. Da para debatirlo largo y tendido. Pero más allá de que ésta pueda ser o no la mejor solución, está claro que algo hay que hacer. La peor solución será no hacer nada.
Le deseo un excelente fin de semana,
Federico Tessore
Para Inversor Global Argentina
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