miércoles, 2 de septiembre de 2015

Coplas del Martín Fierro

Brotan quejas de mi pecho,
Brota un lamento sentido;
Y es tanto lo que he sufrido
Y males de tal tamaño
Que reto a todos los años
A que traigan el olvido.

MARTIN FIERRO

Locos, gauchos y bárbaros

 Locos, gauchos y bárbaros



Fuente: Abraham Haber. Clarín Cultura y Nación, 21 de septiembre de 1972.
Según Michel Foucault, el publicitado autor de Las Palabras y Las Cosas, la ciencia de cada época se basa sobre un sistema inconsciente de saber que podemos denominar el a priori histórico del conocimiento, y también episteme. Pero a su vez las etapas históricas de la cultura occidental suponen una estructura de escisión, una estructura dividida en dos regiones, una región de inclusión y otra de exclusión. En la región de inclusión se encuentra todo el saber que la episteme de cada época permite y posibilita, mientras que en la región de exclusión se halla todo lo que la episteme rechaza.
Foucault analiza en forma muy especial en su Historia de la Locura en la Época Clásica la episteme que subyace en la ciencia de la psiquiatría y la estructura de inclusión-exclusión que implica. Para comprenderlo a fondo es necesario olvidarse de todos los conceptos conocidos sobre la locura, puesto que han sido formados dentro de las epistemes cuya crítica se realiza. (…) En el Renacimiento, normalidad y locura todavía están en comunicación, la locura es un saber. (…) La época clásica, y gran parte del siglo XV, XVII y casi todo el siglo XVIII, impone el silencio a la voz de la locura. Es una época que traza una estructura de inclusión-exclusión entre el trabajo y la ociosidad. Se adjudica valor moral al trabajo, y no solamente en los países donde la reforma religiosa había prendido. En toda Europa se observa esa actitud. La sociedad fundada sobre el comercio y la industria excomulga al ocioso. En el siglo XVI aparecen decretos que ordenan el arresto de los mendigos y el trabajo obligatorio. Los impelen a abandonar la ciudad. En 1656 se crea el Hospital General de París. En 1657 los arqueros del hospital salen a la caza de mendigos y los recluyen. Con ellos son encerrados los locos. El encierro adquiere un significado; se trata de una institución que castiga una amoralidad, no trabajar.
El gran encierro como lo denomina Foucault, coinciden el tiempo con las Meditaciones Metafísicas de Descartes, donde se trazó la estructura que opone la razón a la sinrazón. Para la época, la locura aparece como la forma empírica de la sinrazón. En el Hospital General, los locos conviven en reclusión con licenciosos, padres disipadores, hijos pródigos, blasfemos, hombres que buscan destruirse, libertinos. Es así como la época clásica, dice Foucault, dibuja “a través de tanteas confrontaciones y extrañas complicidades, el perfil de su propia experiencia de la sinrazón”.
A partir del gran encierro, la sinrazón ya no tiene lenguaje. Desde la zona privilegiada, la razón producirá su interpretación, de ella, condicionada por las distintas epistemes.
La zona de exclusión es posible porque hay zona de inclusión. Existe la sinrazón porque existe la razón. Lo incluido se afirma a sí mismo por la exclusión. Cuando la razón excluye a la sinrazón, creándola, no hace más que crearse a sí misma. A pesar de todo, en algunos momentos, la sinrazón ha hecho escuchar su voz. A través del marqués de Sade, de Goya, Nietzsche, de Van Gogh, de Antonin Artaud. Estas voces fascinan cada vez más a la humanidad. La sinrazón, la imaginación, el onirismo hacen sentir su presión cada vez más fuerte. Aparentemente la humanidad occidental marcha hacia la supresión de algunas estructuras de exclusión-inclusión.
Foucault se ampara en la filosofía de Nietzsche, y nos remite a El origen de la Tragedia. La cultura occidental se ha olvidado de la experiencia trágica anterior a la separación entre razón y sinrazón. Apolo habrá de mantenerse, pero Dionisos debe volver. Quizá la imaginación haga de mediadora para reconstruir una unidad más allá de la razón y de la sinrazón. La agitación estudiantil de 1968 en París tiene evidentemente causas sociales, políticas y económicas, pero no la entenderemos del todo bien si no la encuadramos dentro de este marco.
En la actualidad somos testigos de una forma bastante curiosa de la estructura inclusión-exclusión. Por propia voluntad, los hippies se excluyen a sí mismos. La reacción de los “incluidos” es bastante curiosa. Por un lado los persiguen y los maltratan. No les permiten elegir voluntariamente la forma de exclusión por otro lado, los “reincluyen” mediante la creación de artículos de consumo destinados a los “excluidos”.
En la República Argentina esa estructura siempre tuvo vigencia. La conquista y colonización fueron posibles gracias a ella. En este caso el gran perseguido fue el indio. En nuestro suelo la persecución recrudece en el siglo XIX y principios del XX. Pero el gran encierro del cual habla Foucault se convierte en el gran exterminio. Ya no se trata de encerrar sino de eliminar. Según Manuel Bilbao, durante la expedición al desierto, los soldados de Rosas tenían la recomendación de matar indias jóvenes para evitar la propagación de la raza. Había que matar vientres, según la jerga ganadera. La expedición de Roca continúa la limpieza. Y en este punto coinciden Rosas y Roca.
También el gaucho o aquel que fue llamado gaucho estuvo ubicado en la zona de exclusión. Un bando de 1736 castigaba con una marca de fuego en la espalda al gaucho que mataba ganado cimarrón sin permiso. El Cabildo solo otorgaba permiso a los vecinos privilegiados, a los ubicados en la zona de inclusión. En caso de reincidencia se le aplicaba la marca en la mano y a la tercera falta se lo ahorcaba. Con el surgimiento y desarrollo de las estancias fue desapareciendo el ganado cimarrón; el gaucho se vio obligado a trabajar como peón. Si no aceptaba esta situación y seguía matando reses era un cuatrero. Después de 1810 aquellos gauchos que habían preferido la vida independiente, fueron obligados a trabajar para las estancias o a servir en los ejércitos. A tal efecto fueron destinados los cuerpos de Blandengues, cuya misión consistía precisamente en perseguirlos. Originariamente habían sido creados para defender la campaña de los malones indios.
Rosas protegía en sus estancias a todo gaucho perseguido. Pero esta protección imponía a los hombres obligaciones de trabajo. El gaucho tenía que dedicarse a la ocupación del campo y vivir del fruto de sus labores. La ociosidad, la embriaguez y el robo eran castigados con severidad y además con el retiro de la protección, que equivalía a devolverlos al ejército o a las cárceles. Estos hechos tienen la virtud de recordarnos el relato que hace Foucault del gran encierro.
En 1630 el rey de Francia, reglamenta la aplicación de las leyes sobre los pobres. En el mismo año se publica una serie de órdenes e instrucciones donde “se recomienda perseguir a los mendigos y vagabundos, así como a todos aquellos que viven en la ociosidad y que no desean trabajar a cambio de salarios razonables o los que gastan en las tabernas todo lo que tienen”. Desocupados, vagabundos y locos son recluidos y se les obliga a trabajar. Según Foucault no se trata de filantropía, sino de condenación a la ociosidad.
En forma paralela a lo que dice este autor sobre los locos, podemos afirmar: el nuevo destino del cuerpo de Blandengues en la historia de la sinrazón señala un momento decisivo, el momento en que el gaucho es percibido en el horizonte social de la pobreza, de la incapacidad de trabajar, de la imposibilidad de integrarse al grupo, el momento en que empieza a ser asimilado a los problemas de la ganadería y de la industria.
No hay duda posible. El indio y el gaucho fueron ubicados en el espacio de la exclusión, en el espacio de la sinrazón y, como el loco, no tuvieron voz… La poesía gauchesca no puede ser tomada como tal. Así como en el psicoanálisis la palabra de la sinrazón es filtrada y reinterpretada a través de la reja construida por el saber de la inclusión, en la poesía y la novela gauchesca la voz es filtrada y reinterpretada por el saber oficial.
En nuestra obra maestra, el Martín Fierro, funciona la reja de la inclusión pero en ciertos pasajes baja la guardia y la voz del excluido se escucha con ciertas deformaciones. El viejo Vizcacha es la voz de la zona excluida, pero como está visto a través de una subjetividad cargada de ética oficial, aparece bajo una faz negativa, como una conducta corrompida. Pero en determinado momento el autor y también el lector se ponen del lado del fugitivo en contra de la partida. Sin embargo, si se analiza bien el poema, se notará que siempre prevalece la ética originaria en la zona de inclusión.
La estructura inclusión-exclusión se hace muy visible en el Facundo, de Sarmiento. “Civilización y Barbarie”. Sin embargo, Sarmiento no puede evitar que Quiroga adquiera a través de su libro caracteres legendarios y junto con el gaucho malo, el rastreador, el baqueano y el cantor se constituyan en una de las imágenes más logradas de la litera nacional.
¿Será aventurado afirmar que una literatura auténtica en nuestro país y en América es aquella que no intente filtrar ni enmascarar la voz que viene desde las profundidades de las zonas excluidas?
¿Interpretamos correctamente a Facundo?, ¿es únicamente un bárbaro?, ¿o también el impulso telúrico que lo arrolla, lo estremece y lo convierte en una cuerda tensa por la pasión y la vid? ¿Cuál es el auténtico sentido de la figura literaria de Facundo dentro de nuestra problemática cultural?

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

domingo, 30 de agosto de 2015

Cuando el libro era una amenaza

Cuando el libro era una amenaza



Al inventar Gutenberg la imprenta en el siglo XV no pocas voces se alzaron contra los peligros de que un técnico potenciara la democratización del conocimiento, una sospecha que de alguna manera -aunque con sustanciales variaciones- se cierne hoy también sobre la web.
“Jamás se han visto tales desmanes entre los estudiantes y todo ello es debido a los malditos inventos modernos que echan todo a perder (...) sobre todo la imprenta, esa peste llegada de Alemania. Ya no se hacen libros ni manuscritos, la imprenta hunde a la librería. Esto es el fin del mundo”, ponía en boca de uno de sus personajes Víctor Hugo en “Nuestra Señora de París” (1831).
La sensación de amenaza por el cambio no es nueva y los argumentos que se dieron entonces no distan mucho de los que se esgrimen ahora contra el rumbo incierto que las nuevas tecnologías de la información reservan a la industria editorial, a los medios de comunicación y a la industria del entretenimiento.
Hieronimo Squarciafico, en 1477, aseguró que “la abundancia de libros hace menos estudiosos a los hombres”. En diciembre de 2008, la Universidad de Columbia publicaba en su revista Journalism Review” un artículo titulado “¡Sobrecarga! La batalla del periodismo por la relevancia en una época de demasiada información” y aseguraba que la abundancia de recursos crea insatisfacción y pasividad.
José Manuel Trabado Cabado, desde la Universidad de León, afirma en su estudio “Saturación informativa y los nuevos cronotopos de lectura” que el sistema de hipertextos -los enlaces de la web- “amenaza con no dejarnos regresar nunca, prometiéndonos maravillas aquí y allá y tesoros camuflados en selvas demasiado grandes para los mapas del hombre”.
En esa búsqueda en la llamada “Sociedad del Conocimiento”, muchos usuarios de la web, no obstante, se pierden, se enganchan y acaban siendo considerados “netadictos”. Pero esta gula internauta también tiene su paralelismo.
“La curiosidad de Bencio es insaciable, es orgullo del intelecto, un medio como cualquier de los otros de que dispone un monje para transformar y calmar los deseos de su carne”, escribía Umberto Eco en “El nombre de la Rosa” (1980), novela en la que trazaba una intriga medieval alrededor de la gestión censora del conocimiento por parte de unos monjes italianos.
Y es que el argumento de que el lector -igual que el internauta- puede enfrentarse a infinidad de temas sin un criterio de búsqueda o sin guía moral, también es algo que han compartido la democratización del libro y la extensión de Internet. Sin embargo, hoy nadie sospecha de una inmensa biblioteca y nadie discute el papel cultural fundamental del libro. ¿Sucederá lo mismo en el presumible caso de que la web y los derechos de autor se pongan de acuerdo para poner a disposición del navegante todas las obras editadas?
Desde la perspectiva empresarial, el nuevo invento allá por 1450 también convertía en caduco a todo un oficio, el de los escribas, cuya tarea de veinte años quedaba automatizada por los tipos móviles de Gutenberg. Hoy se ven amenazados también diversas ramas laborales. Los intermediarios, como igualmente refleja “El nombre de la Rosa”, tenían un papel fundamental también en la religión, una de las principales afectadas por el nuevo invento al poner las Sagradas Escrituras al alcance de todo el mundo.
No en vano, la Biblia de 42 líneas de Gutenberg inició “la edad de la imprenta” y en su época, muchos consideraron la novedad como un invento protestante, aunque pronto el Papa de Roma se encargó de utilizarla también como instrumento de difusión católica.
“Antes de la imprenta, la Reforma no hubiera sido más que un cisma, pero la imprenta la convierte en revolución. Suprimid la prensa y la herejía quedará abatida. Fatal o providencial, Gutenberg es el precursor de Lutero”, escribía de nuevo Víctor Hugo también en “Nuestra Señora de París”.
Pero el propio autor de “Los miserables” reflexionaba en el capítulo “Esto matará aquéllo” de la obra protagonizada por el campanero Quasimodo sobre cómo, además del gremio editorial y el religioso, la democratización del libro se llevaba por delante una víctima colateral: la arquitectura.
“Desde la más remota pagoda del Indostán hasta la catedral de Colonia, la arquitectura ha representado la escritura del género humano. Y esto es tan cierto que no sólo cualquier pensamiento religioso sino cualquier pensamiento humano tienen en este inmenso libro su página y su monumento”.

“El pensamiento humano descubre (ahora) un medio de perpetuarse no sólo más duradero y más resistente que la arquitectura, sino también más fácil y más sencillo. La arquitectura queda destronada. A las letras de piedra de Orfeo van a suceder las letras de plomo de Gutenberg”, reflexionaba Hugo.
Muchas voces se alzaron para denunciar el peligro que significaba la democratización de la cultura libresca que sobrevendría con el advenimiento de la imprenta, en el siglo XV.

martes, 25 de agosto de 2015

NO LLORES POR MI, ARGENTINA


NO LLORES POR MI, ARGENTINA 






Tu amor te espera

no esperes más.

En qué perdiste tanto tiempo?

Indecisa al hablar

tan dura como Humpfrey Bogart

Entre lujurias y represión

bailaste los discos de moda

y era tu diversión

burlarte de los ilusionistas.

No llores por las heridas

que no paran de sangrar.

No llores por mí, Argentina

te quiero cada días más.

Estás enferma de frustración

y en tu locura no hay acuerdo.

Una hiena al reír

pero al almuerzo con los cerdos.

Si las estrellas de cabaret

se ríen de tus movimientos

no es preciso mentir lo negro que hay en tus pensamientos

No llores por las heridas

que no paran de sangrar.

No llores por mí, Argentina

te quiero cada días más.

Alguien se quiere ir.

Alguien quiere volver

alguien que está atrapado en el medio de un recuerdo.

Esto yo ya lo ví

esto ya lo escuché

ella no quiere ser amiga de un chico de este pueblo. 

SERU GIRAN - 1995

lunes, 24 de agosto de 2015

Un camino



del blog http://lorevio.blogspot.com.ar/




¿Qué pasó que la luna
que alumbró tantas cosas
hoy está casi muda
y se pierde en las horas?
¿Qué pasó con tus ojos
Amor mío, escucha
que quedaron ausentes
sin su fe y en la lucha?
Yo calmé tantas veces
tus pupilas a oscuras
y entendí tu locura
porque nunca te alejes.
¿Qué pasó con tu canto
y mis manos cansadas
de buscar sin medida
tanta luz y esperanza?
¿Te cegó la espesura?
¡Amor mío… Responde!
¿Dónde habré de buscarte
si tu rostro me escondes?
Yo he cruzado mil mares
y he vencido tormentos,
yo creído en el tiempo
y en la vida que traes
Mil promesas me hiciste
una noche de enero
sin embargo el invierno
ha invadido mi casa.
Me besaste la boca
con tu miel de respeto
y también abusaste
de mi fe y tu derecho…
se perdió en las palabras
pronunciadas a solas,
yo bebí la demora
por creer que te dabas.
Mi inocencia heriste
y hoy reclamas mi entrega
y no encuentro manera
ya de verte con vida…
He pateado las piedras
por buscar un camino,
un camino que niegas
por no estar ya conmigo.

Lorena Fernandez

sábado, 16 de mayo de 2015

La canción que me recuerda a alguien que ya no está

#SábadoDeMúsica La canción que me recuerda a alguien que ya no está

 2015/05/16 por

 

Llega otro sábado y, con él, la Playlist colectiva. Gracias a todos los que sugirieron temas que les son queridos y sin falta les recuerdan a alguien que ya no está en su vida, por cualquier razón. Algunos contaron a quién les evoca (en muchos casos son mamás y papás o hasta abuelos que se fueron, pero también hay amigos y exparejas). Otros se guardaron la información. No importa, el asunto es hacer honor a temas que nos ponen a conversar con fantasmas. 
En mi caso, la canción con la que no puedo evitar acordarme de mi papá (que ya canta en otra dimensión) es una viejita: Mi viejo, del argentino Piero. Y es que mi papá no sólo era un buen tipo, un tipo adorable, sino también porque cuando él la oía, a su vez se acordaba de su papá y los ojos se le ponían brillosos. Así que desde aquí va esta lista hecha entre todos, para nuestros fantasmas entrañables. 
Aquí, Mi viejo. 
Da click en cada enlace para oír la canción correspondiente

sábado, 6 de septiembre de 2014

PARA SABER QUIENES SOMOS 5

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

OBREROS

Vinieron, pues, los inmigrantes. Las fotografias de la época nos los muestran en el Hotel de Inmigrantes, sentados ante largas mesas, esperando para salir y desparramarse por los cuatro rumbos. Rusos con vastas barbas, italianos de amplios bigotazos, españoles pelsdos al rape... Entre otras cosas, serían la mano de obra barata y laboriosa para las industrias que emergían de la Política liberal, sustentada sobre la producción agrícola y ganadera enviada a Europa en cambio de las manufacturas y los combustibles que precisábamos.
Esas industrias argentinas -de la alimentación, del cuero, casi subproductos de la actividad agropecuaria- tenían una dimensión vrtualmente artesanal y una estructura familiar.
Hotel de los Inmigrantes


Pero los que en ellas trabajaban se diferenciaban netamente de los que ganaban la vida arrendando chacras o como auxiliares del comercio. Los obreros, casi todos extranjeros, veían un rostro muy distinto de ese país al que hablan llegado como quien llega a la otra orilla del río. Vivían en inquilinatos, no tenían ninguna protección frente a la arbitrariedad patronal, el sueño de la América les tardaba en llegar. Y sin embargo no resultó fácil a los anarquistas y socialistas infundirles una mínima solidaridad gremial. Fue una tarea larga y tempestuosa.



Le FORA, con sus tunantes dirigentes anarco-sindicalistas, llevó una lucha dura y violenta en la primera década del siglo. Se dividió y luego, bajo el gobierno de Yrigoyen, un sector entró a cooperar con las autoridades. El anarquismo, como ideología, fue diluyéndose, y sus últimas expresiones activas se esfumaron poco después del fusilamiento de Di Giovanni, en 1931. Los sectores netamente gremiales, generalmente socialistas, se limitaban a una tarea puramente sindical; pero ya por entonces los obreros industriales no eran extranjeros. Eran hijos de los inmigrantes, Y además, a partir de 1935, empezaron a integrarse con gente del interior: con los descendientes de los conquistadores y los gauchos, que iban bajando a Buenos Aires para participar del proceso acelerado de industrialización que se iba produciendo. Cuando en 1943 Perón intentó unificar a los sindicatos alrededor de una de las dos centrales obreras existentes, no hubo mayores dificultades: se metieron presos a algunos dirigentes y se empezaron a crear nuevos sindicatos, marginando a los tradicionales en casi todos los casos. Y de estos origenes salió un movimiento obrero que enorgullece al país.

Pero si los obreros de la década del 30 eran los hijos de los inmigrantes, también eran hijos de inmigrantes muchos hombres eminentes: políticos, profesionales, intelectuales. De alguna manera el sueño de Alberdi y de Sarmiento se babia cumplido: apellidos exóticos llenaban los registros más importantes del País. Y si aquella Argentina de 1875, que sufriera el impacto de la inmigración, no se realizó del modo que apuntaba, esta otra, la de los años '30 ó '40, no parecía demasiado mala.

Finalmente, la Argentina se habia desamericanizado, era el país más europeo de América latina; tenía una vasta clase media, producto de la fluidez social apareada por la inmigracián ; un nivel de vida razonablemente bueno, un sistema político relativamente estable, sostenido -es cierto- por el fraude electoral, pero compartido por todos los Partidos. Salvo este feo detalle, todo parecía andar de la mejor manera en esa Argentina de hace cuarenta años, todavía orgullosa de si misma, firme en una individnalidad nacional que le había permitido crear un idioma propio, distinto del español, una música propia, diferente de la latinoamericena, la mejor carne del mundo, el mejor trigo, una actitud frente a la vida singular y perfectamente identificada.

Y cuando estábamos en eso, recreándonos en la perfección alcanzada en esta olla que era la Argentina, formada par los aportes más diversos pero estructurada razonable y armónicamente, vino 1945. Y los argentinos advirtieron que no todo estaba tan bien como parecía. Entramos en una etapa que para unos fue una catástrofe, para otros algo muy semejante a la felicidad y para todos, sin duda, un cambio total.
Pero hay que decirlo desde ahora: como todo cambio total, éste que empezó en 1945 tuvo un definitivo y concreto signo político.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.