martes, 20 de mayo de 2014

"Este mundo es una montaña de mierda"

"Este mundo es una montaña de mierda"

* Considerado uno de los filósofos españoles de mayor incidencia en la Europa actual, el doctor Carlos Díaz Hernández conmovió a la audiencia que colmó durante cuatro jornadas el aula magna de la Ucudal.


DANIEL MARTINEZ SOTO


Una montaña de mierda

Así abre la brecha que comienza a diferenciarlo de tanta gente que por ahí anda con un discurso en una mano y una realidad en la otra. Pero así y todo, en un país donde los Peirano eran los más devotos del Opus, la apostasía, es siempre de riesgo.

"Así entramos en el segundo nivel: el mundo es una montaña de mierda. Lo importante es agarrarla con las manos, sin mancharse el corazón. ¿Que cuál es la mierda? El capitalismo, las multinacionales, la economía del señor Bush, los políticos que arruinan un país. Y para comprender mucho de eso hay que analizarlo a fondo, con herramientas de mucha profundidad, leyendo a Platón, a Aristóteles, no la economía política de las escuelas universitarias que no vale para nada, que produce muchachos liberales. Y con ese pesado bagaje cultural, no solamente denunciar, sino proponer alternativas a la crisis. Está claro que si todo son denuncias sin alternativas, lo que crece al final es la desesperanza.

Después asumimos el nivel tres: la presencia social y publica. Quienes compartimos esta línea filosófica tenemos presencia pública en un sindicato, en un partido. No en nuestras casas, no encerrados, no al margen de la realidad. Se critica mucho a los políticos, pero para mí el peor de los políticos es mejor que el mejor de los abstencionistas que se queda en su casa. Yo no tengo derecho a criticar a nadie si no soy capaz de intentar hacer algo mejor. Finalmente tenemos el nivel cero, que está al final para nosotros. Este cuarto nivel, que compartimos en el Instituto Mounier, refiere a vivir los anteriores niveles como una unidad, no de manera aislada".

Aunque los principios filosóficos planteados suenen sensatos, aún a riesgo de que el entrevistado piense que el cronista politiza todas las cosas, plantearle la similitud entre lo que dice y lo que dicen algunos candidatos uruguayos, es de orden.

"¿Por qué no terminamos haciendo un partido político? No lo descartamos, pero de momento nuestra forma de trabajar es ésta. La nuestra es quedarnos abajo, con la sociedad civil. No trabajamos para nosotros, aunque parezca pretencioso, pues trabajamos para la gente, para la Humanidad. ¿Un partido político? Pero si yo no me siento ni español. A mí me da igual. Podríamos hacer un partido político. Sacaríamos unos cuantos votos, pero hemos elegido esta opción que es menos tangible, que en definitiva no tenemos nada, así estamos siempre comenzando.

Al filósofo que plantea trabajar desde y con la pobreza, el escenario le es desfavorable. En definitiva sus conferencias en la Ucudal son escuchadas mayoritariamente por burgueses y ricos, campo escasamente fértil para votos que impliquen la lucha social. "Yo le hablo hasta a los judíos que estudian en la Universidad Católica. Yo le hablo a los hijos de los que se benefician con las multinacionales. Si lo quieren oír que lo oigan.

¿Qué si merece la pena? Yo tengo el corazón en mi proyecto. Yo le hablo a la gente, si no responde lo lamento. Queremos ser un fermento: a veces sembramos y se lo llevan los pájaros, a veces en tierra árida y a veces fértil.

Si yo estuviera pensando en lo que hemos hecho y lo que ha quedado por hacer, no me levantaría de la cama en muchos días. A mis 59 años, con nietos, a una edad en que empieza a doler acá y allá, uno tiene que alimentarse de una mística más profunda para seguir andando y no echar cuentas. Luchar siempre contra la opinión que viene desde arriba: de los gobiernos de los partidos, incluso contra la opinión de los periódicos más repugnantes. Porque no nos dan cancha, nos ningunean y si te ningunean estás muerto".

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