miércoles, 2 de julio de 2014

LA INTELIGENCIA SEXUAL

LA INTELIGENCIA SEXUAL





Alude a los componentes humanos que permiten disfrutar, 
compartir, enseñar y crecer en los factores implicados 
en la sexualidad; es la capacidad y potencial sexual 
disponiendo de actitudes en ese campo. En conjunto facilita 
a la persona que la posee una fructífera vida de relaciones 
en todos los aspectos personales, de pareja y sociales.  
Goleman escribió hace años sobre la inteligencia 
emocional y la sexual. Recientemente otros psicólogos, 
Shere Conrad y Michael Milburn, ampliaron y desarrollaron 
esos aspectos de las personas. La sexual abarca los 
diferentes tipos de inteligencias, como la espiritual, 
la intrapersonal, la interpersonal o relacional, la emocional, 
la psicomotriz, la sensorial, la espacial, la verbal, la creativa. 
Y precisamente todo esto se puede aprender y cuando uno 
pone intención con esfuerzo y dedicación, a la larga mejora 
a todos los niveles. 


Según investigadores del Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX), 
afirman que  “si tienes una inteligencia sexual alta existen 
mayores posibilidades de evitar enfermedades de transmisión 
sexual o el mismo cáncer; ser sometido a actividades que 
te violenten y tener embarazos no planeados”, explica 
Paulina Millán, especialista del Imesex. Así mismo  los 
investigadores definieron a la inteligencia sexual como la 
capacidad que posee o desarrolla una persona de ejercer su vida 
sexual en función de su nivel de conocimientos sobre el tema; 
del reconocimiento y expresión de sus propios límites, deseos, 
sentimientos y necesidades; y de los demás. 

Desde el punto de vista espiritual la sexualidad contempla 
la unión de dos personas en cuerpo y alma que les une en 
una intimidad donde interactúan dos historias con sus 
diferentes experiencias vividas, sus personalidades, 
sus aprendizajes, expectativas, su presente, sus horizontes, 
y todo ello combinado no solo para el placer de conseguir 
el orgasmo sino para sentirse a la vez uno solo y en 
compañía, a la vez compartiendo y sintiéndose entendido y 
querido por el otro ser. Desde una perspectiva global, 
las personas con mayor potencial sexual, tendrán más facilidades 
para conseguir una sexualidad plena y hacer disfrutar a la 
pareja en unas experiencias altamente integradoras y satisfactorias. 
En cambio personas limitadas en este aspecto solo pueden contribuir 
a su vida y a la de la pareja con unas relaciones tristes y 
pobres en toda la multiplicidad de aspectos mencionados 
anteriormente y que la sexualidad conlleva. 


Cuando las personas no le dan el sufieciente valor y no están 
dispuestas a aprender, perjudican considerablemente a la pareja 
y la imponen y condenan a unas carencias que en realidad se 
pueden mejorar y multiplicar. De ahí que cuando existen 
separaciones y parejas llegan al fracaso, existen múltiples 
probabilidades que ello se deba a una historia, en función 
de cada caso, de no saber y no querer aprender, y en su deseo 
de “no evolución”, el otro miembro de la pareja ha decidido 
no compartirlo y de ahí que tantas veces la separación es 
la solución en parejas donde “uno no quiere decir sí a la vida 
y el otro no desea abrazar la muerte”. 

Cuando hay amor existen deseos de compartir y desarrollar esta 
dimensión, como se observa en parejas que han decidido a 
asistir a terapia psicológica para evolucionar. Observan y 
aprenden viendo otras parejas, experimentan nuevas 
maneras, amplían imaginativamente otros sentidos, exploran 
nuevos territorios, emociones y sensaciones, aprenden técnicas 
y tienen el interés y la fuerza del amor transformador. Y no 
precisamente para compartir un orgasmo solamente, sino para 
llegar ambos a un paraíso común que habita en sus sueños, 
transportando al otro a las satisfacciones del alma donde 
los sentidos del espíritu se satisfacen por la armonía, 
convergencia, complementariedad y sintonía de dos seres que se aman. 

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